Lo que vale para el docente, sirve al gobernante
Lo que vale para el docente, sirve al gobernante
Mafalda, disfrazada de vaquero:
“Mamá, voy con los chicos hasta la plaza a jugar a los cowboys”.
La mamá responde:
“Bueno. Pero cuídate, ¿eh?”.
Junto al nene y al televisor encendido, la mamá piensa:
“¡Esta Mafalda! Tan pronto le da por la bondad, el pacifismo y qué sé yo… como por jugar a la violencia, los tiros y los demás”.
En el preciso momento se escucha en la televisión:
“Colabore con ALPAP en su humanitaria labor” y aparece “Asociación, Lucha, Pro-amor, Al Prójimo”.
La televisión reanuda su programación:
“Sigamos ahora viendo Comando 217”.
La mamá continúa con sus cavilaciones y concluye:
“Realmente los chicos de hoy son difíciles de entender”.
Entre tanto, en la pantalla, una escena la copa completamente: un hombre mata por la espalda a otro.
La educación basa su eficacia en la simultaneidad de la palabra con el ejemplo. ¿De qué otro modo se aquilata lo que se dice, si no es con las obras? Las palabras, al señalar el norte, iluminan el camino, pero para transitarlo en pos de la meta son necesarios modelos que, sin volver la vista atrás, muestren que vale la pena mirar hacia delante.
Más que prolongados y encendidos discursos al pueblo, a los subordinados, a los estudiantes o a los hijos; la educación y el gobierno de personas se resuelven comunicando con los propios actos y gestos que el prójimo interesa o que las normas afectan a todos por igual, y que, por lo tanto, cumplirlas beneficia a todos. Los actos o acciones del hombre son como los signos matemáticos: su lectura no admite ambigüedades.
Suele ocurrir que quienes tienen responsabilidad de gobierno o de educar están convencidos de que aquellos que están dentro de su jurisdicción tienen la obligación de “cumplir” con lo que ellos dicen, sin tomar en cuenta lo que “hacen”. Tal planteamiento, además de sembrar desconfianza y descrédito debido a una extremada incoherencia, pervierte la naturaleza esencial de la educación y de la tarea de gobierno de personas: ¿cómo conducir a la realización de una persona si no existe compromiso con el norte, los medios, las estrategias y menos con las normas?
Es cierto, tanto el gobernante como el docente tienen como arma protagónica el lenguaje. Con el habla prometen; con la promesa se anticipan al futuro, el que cumplen si son fiables. Serán fiables en la medida en que fundamenten sus decires en hechos. La coherencia, como la integralidad, sin descuidar la vertiente técnica de la docencia y del gobierno, es un factor de atracción y de confianza.
El líder, en cualquier campo en el que se desenvuelva —gubernativo, empresarial, familiar, universitario, escolar— no puede enajenar una condición ineluctable: la de ser modelo o ejemplo. Por tanto, es bueno que trabaje para mostrarse y mantenerse en el bien que propone a terceros; de manera que aquellos, al ver ese bien hecho vida, encarnado en el líder, libremente lo hagan propio. Es el testimonio junto con la palabra lo que acredita al educador, al padre o al estadista.
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