Los excomunistas somos insomnes
Los excomunistas somos insomnes
Los excomunistas somos insomnes, por epistemología y psicoanálisis. Como los habitantes de Macondo, desaprendemos y aprendemos, en un insomnio que nos acompañará hasta “el fin del mundo”, y de la vida. Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, narra un pueblo pequeño y feliz, con unas cuantas casas de barro y caña brava, y unos cuantos habitantes.
Así también son casi todos los partidos comunistas en las sociedades del capitalismo realmente existente, precarios y deshabitados. Pero, hay algo en común entre los macondianos y los excomunistas: el insomnio y, su consecuencia, una forma del olvido. Cuenta García Márquez que Macondo fue atacado por la epidemia del olvido.
En consecuencia, los macondianos borraron de su memoria los recuerdos de las cosas y hasta de sí mismos. Al punto que la cartomancia se puso al revés, pues ya no leía las cartas para ver el futuro, sino el pasado; y hasta tuvieron que colocar un cartel que decía “Dios existe”.
Podría decirse que semejante evasión de la memoria hizo que, despierto a la mala, José Arcadio Buendía llegó a construir una máquina nemotécnica, que contenía casi catorce mil fichas de vida macondiana de todo tipo.
Es más, el olvido hizo volver a vida a Melquiades, que, tal vez como uno de sus artilugios, le hizo entender al insomne Buendía que tal olvido te lleva a una soledad insoportable, y que era posible sólo en el olvido de la muerte.
Como los macondianos, los excomunistas sufrimos la condena del insomnio, y de un cierto olvido. Permanecemos como noctámbulos, transgresores de la diurnidad de la vida capitalista.
Realmente, a veces he pensado que el capitalismo se hizo de día, con trabajo; y que el comunismo se hizo de noche y con insomnio. La sociedad capitalista, y su discurso disciplinario, de ortopedia social, actúa como una clínica del sueño, para nosotros: “Nos rehabilita, nos reintegra” (por supuesto, entre comillas). Debemos decirlo: es un despertar discursivo y violento respecto de la regularidad de las cosas.
Además, el capitalismo nos diagnostica mal. Michel Foucault dice que los hospitales psiquiátricos funcionan como “instancias de control individual, en un modelo doble: el de la división binaria y la marcación”. Tiene razón Arthur Koestler cuando dice que “nosotros, los excomunistas, somos las únicas personas de vuestro bando que saben de qué se trata”.
Por eso, su Flecha en el azul me acompaña desde mi primer insomnio y olvido. En cambio, no tiene razón Isaac Deutscher, cuando se ocupa de la conciencia de los excomunistas, cuando dice que “Todos ellos llevan sobre sí pedazos y andrajos del antiguo uniforme, complementados con los más fantásticos y sorprendentes trapos nuevos”.
Jorge Luis Borges se pregunta qué es el insomnio, y responde: “Es querer hundirse en el sueño y no poder hundirse en el sueño, es el horror de ser y de seguir siendo”, y en su poema Insomnio escribe: “En vano espero las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño”. Los macondianos entraron en pánico al haber pasado tres días de insomnes.
Personalmente, por el coraje de decir la verdad, mi verdad, o por parresía foucaultiana: hace treinta años que me fui del Partido Comunista del Perú – Patria Roja, para formar parte de la también hermosa tradición de los excomunistas insomnes.
Hoy, no me pongo una ropa sobre la otra. Soy un tránsfuga bien vestido: mantengo militancias vigentes en la derecha política, en el liberalismo económico y en la izquierda cultural. Los excomunistas vivimos confrontados con la diurnidad, somos insomnes, por epistemología y psicoanálisis.
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