Mamitis
Mamitis
Paolo Guerrero tiene 40 años y para el fútbol competitivo está viejo sino acabado. Sin embargo, no logra desprenderse de la dependencia de su madre más conocida como doña Peta. Guerrero, luego de una temporada en un club de la liga 1 de Ecuador con el que no renovó contrato ni juega desde hace más de dos meses, firmó un contrato con el Club César Vallejo de la Libertad en Perú. Al parecer era un jugoso acuerdo a falta de ningún club peruano que se interesara por él. El hecho es que el “depredador” está empecinado en seguir jugando pese a su edad de retiro. El tiempo le llega a cualquiera. Resulta que doña Peta recibió en Lima una amenaza de extorsión si su hijo jugaba en Trujillo --uno de los lugares más inseguros del país-- y se lo comunicó a su hijo. Este tomó la decisión de romper el contrato que había firmado con el César Vallejo y, desde el Brasil, trató de romper el palito con el club liberteño. Lo que hemos visto desde entonces es un tira y afloja entre el jugador, su madre y su abogado con el presidente del club y su staff Richard Acuña. Ya son varios los episodios en que doña Peta es el centro de atención en la vida profesional de su hijo y viceversa. ¿Es su manager? ¿Su representante? ¿Su abogada? ¿Y Paolo es Britney Spears o Shirley Temple que necesita a su mamá de curador? Nada de eso.
Doña Peta es simplemente su madre que hace de todos estos papeles y finalmente parece tomar las decisiones. La inseguridad en el Perú es una epidemia de la que nadie está libre. Ricos y pobres por igual son víctimas de la delincuencia. Paolo Guerrero no parece ser el primero y el último. Esa no es una razón suficiente para romper un contrato salvo que haya una cláusula que así lo permita. El Estado tiene el deber constitucional de hacer valer los contratos y también de brindarle seguridad con el monopolio de la fuerza que ostenta. El gobierno se ha pronunciado sobre el caso y ha dicho lo correcto: que Paolo Guerrero es un ciudadano más que recibirá protección como cualquier otro. El problema con esta afirmación es que el gobierno y el Estado no parecen poder darle protección a nadie. Pero eso el jugador lo sabía desde el inicio. Su madre con quien tiene una relación íntima le debe haber advertido de la inseguridad que vive el país. Debió tener eso en cuenta antes de haber firmado el contrato con el CV. Este parece estar dispuesto a brindarle seguridad particular. En buena hora. Pero la imagen que ha quedado es que Paolo Guerrero ha hecho un berrinche a instancias de su madre. El recurso de la madre metiche y todopoderosa no es exclusividad de este caso. En el epicentro del crimen en Trujillo, Dina Boluarte se auto declaró la “mamá “del Perú. Al parecer ni Acuña se salva, pues Boluarte lo consignó como el “papá” de Trujillo. Ya va siendo hora que los peruanos públicos y privados se desteten y hagamos cumplir los contratos, social uno, privado el otro. Es nuestro derecho.
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