Manipulación maligna
Manipulación maligna
Indignación. Sí, indignación es lo que causa ver a niños utilizados por mentes siniestras, que los hacen desfilar en actividades públicas para difundir mensajes de odio contra las autoridades. Otros, preparan a niñas para hacer exposiciones con argumentos que utilizan personas que han causado desmanes, incendios de locales y hasta la muerte de policías y soldados.
Lo que su cobardía les impide decir públicamente como hombres de bien, lo esconden detrás de los niños. Perdónenme por reincidir en este tema, pero estoy acostumbrado a decir la verdad, sin disfraces que apunten a caerle bien a ciertos grupos, duela a quien duela.
Tengo la firme convicción que en lo referido al abuso infantil no hay discusión ni concesión alguna. La labor de los maestros es asegurar que los estudiantes se desarrollen en un entorno tranquilo y propicio para el aprendizaje, porque una buena educación debe permitirnos formar mejores personas y ciudadanos íntegros, capaces de pensar en los demás en busca del bien común. Utilizarlos para difundir odios es la forma más abyecta de abuso, pues no solo afecta su bienestar emocional, sino que también se forma generaciones intolerantes y propensas a la violencia.
Esto no es un juego, señores. El Perú decente exige que se identifique y se aparte del ejercicio docente a quienes hayan cometido este delito lo más pronto posible, y que además se les procese penalmente. No son maestros, son azuzadores, promotores de ideas terroristas que recurren a la violencia como último recurso del incompetente.
Insisto en el tema porque, según recuerdo, el 6 de marzo de este año fui el primero en reclamar que se respeten los derechos de los niños y que no se les utilice para difundir mensajes de odio, cuando un payaso apareció en las redes sociales utilizando a menores en sus mensajes en contra de la presidenta de la República. También los defendí para que no fueran llevados a las marchas de protesta, muchas de las cuales terminaban en enfrentamientos violentos.
Como es de público conocimiento, eso me valió una campaña de aquellos que me acusaban de haber mancillado el honor de las madres indígenas. Inventaron palabras que no dije, pues jamás mencioné a las madres aimaras. Ahora esas personas guardan un silencio sepulcral. ¿Y la Defensora del Pueblo (encargada)? Tan afecta a comunicarse con el ministro de Educación a través de las redes sociales, en lugar de hacerlo por conductos oficiales, no ve, no escucha, no sabe. Pero sí aparece en la frontera con Chile para velar por los derechos de los venezolanos, ecuatorianos y haitianos que no pueden regresar a sus países. También se pronuncia sobre un tema relacionado con la famosa golosina “besos de moza”, pero de los niños, nada. Por increíble que parezca, para la defensora encargada, los “besos de moza” son más importantes que la manipulación maligna de los niños.
Y así como la Defensoría del Pueblo, el Instituto de Defensa Legal, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Proética y otras organizaciones supuestamente defensoras de los derechos humanos y, por lo tanto, de los derechos de la niñez, guardan un silencio cómplice cuando se utilizan a niñas y niños en Puno con fines políticos.
Quiero concluir reiterando que la educación es la vacuna contra la violencia, y por eso los maestros no pueden apartarse de la sublime misión de educar. Aquellos que lo hacen son vulgares delincuentes que mancillan el honor de cientos de miles de buenos y sacrificados maestros que entregan sus vidas a la niñez en los más recónditos rincones de la Patria… a esos buenos maestros mi respeto, aprecio y reconocimiento.
Por Óscar Becerra Tresierra
(*) Exministro de Educación.
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