¿Maquiavelo vigente en América Latina?
¿Maquiavelo vigente en América Latina?
América Latina se encuentra atrapada en una crisis transversal que afecta sus esferas políticas, sociales y económicas, y cuyo alcance se extiende más allá de las divisiones ideológicas tradicionales de derecha e izquierda.
La desconfianza en las instituciones es casi total y el desarrollo parece una meta distante e inalcanzable. Este panorama actual, aunque complejo y multifacético, tiene raíces que se extienden hasta la época de la conquista española y portuguesa, unos 500 años atrás.
Cuando los conquistadores españoles y portugueses desmantelaron las culturas originarias, como la Inca (considerada de las más tecnológicas del mundo antiguo, siendo el quipu el antecedente del código informático y de la computadora), no solo reconfiguraron geográficamente el continente, sino que también instauraron un sistema de valores y una estructura de poder que ha perdurado a través de los siglos. Este sistema se caracterizó por una explotación de los pueblos originarios y una corrupción arraigada, cuyas repercusiones todavía se sienten hoy. A pesar de que los países latinoamericanos vienen celebrando sus bicentenarios de independencia (200 años), no han conseguido deshacerse completamente de este legado.
Reflexionando sobre las ideas de Nicolás Maquiavelo, político, escritor y filósofo del renacimiento italiano, encontramos un reflejo preocupante de nuestra realidad actual. Maquiavelo dijo en su obra “El príncipe”, de 1532, hace casi 500 años, que existen pueblos que aceptan pasivamente la corrupción, condenándose a la esclavitud (hoy pobreza extrema). En América Latina, esto resuena con especial fuerza, pues muchas de nuestras instituciones, tanto públicas como privadas, están profundamente corrompidas. Esto ha llevado a una parálisis del desarrollo y a un ciclo vicioso de desigualdad y estancamiento.
El pensador italiano también criticó a las sociedades en las que la acción civil solo se moviliza en busca de ganancias personales y no por el bien común. En nuestras naciones, donde frecuentemente la sociedad civil parece desvinculada de los esfuerzos anticorrupción, esta crítica sigue vigente.
En un continente donde los que luchan por la ética y el honor son a menudo ignorados, se evidencia una crisis profunda de valores. El esfuerzo vano de estos individuos que realmente podrían generar un cambio para bien muestra cuán profundo es el abismo al que hemos caído, debido a la apatía y resignación ante la injusticia, la impunidad y el abuso de poder.
Maquiavelo nos deja una pregunta incómoda pero necesaria: ¿qué tan posible es liberar a un pueblo que prefiere la esclavitud de la corrupción a la lucha por la libertad? América Latina se enfrenta a la urgente necesidad de redescubrir su compromiso con la libertad y la justicia, no como conceptos abstractos, sino como prácticas diarias.
Es imperativo que reconsideremos cómo nuestras historias, marcadas por la conquista y la corrupción, siguen influyendo en nuestro presente. Solo a través de un examen crítico y un compromiso renovado con principios éticos podemos esperar superar los desafíos actuales y construir un futuro más prometedor para la próxima generación en América Latina.
Enfocándonos en Perú, con una economía informal que supera el 70%, y solo con 15% de recaudación tributaria, sumado al gran nivel de corrupción, que, según la Contraloría General de la República, el 2023 le costó al país 24 268 millones de soles, las posibilidades de desarrollo se ven limitadas en todos los sectores.
Por ejemplo, la educación y la salud, que son fundamentales para el bienestar de la población, se ven directamente perjudicados por estos problemas, con escuelas en riesgo de colapsar frente a un sismo de gran intensidad y falta de medicamentos y especialistas de la salud, principalmente en zonas rurales.
Lamentablemente, hemos normalizado la corrupción, perjudicándonos a nosotros mismos y a las generaciones por venir. A pesar de que han pasado casi 500 años desde la publicación de “El príncipe”, este texto sigue vigente, particularmente para los países de América Latina, que, pese a sus riquezas naturales, diversidad de climas y geografía, y, sin duda, siendo el continente con mayores atractivos turísticos del mundo, aún no encontramos la forma consolidar nuestras naciones con libertad y desarrollo, dando la impresión de que nuestro proceso se hubiera detenido en el tiempo.
Esta reflexión, busca invitar a cada ciudadano a participar activamente del destino de nuestras naciones, buscando un cambio real y duradero que finalmente rompa con los ciclos de corrupción, injusticia, impunidad y desconfianza, para ello, es necesaria la estabilidad política, y, particularmente en el Perú, ya llevamos, en los últimos seis años, siete presidentes, más un presidente por año.
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