México (ya no) de mis amores

México (ya no) de mis amores

Siempre le tuve gran simpatía a México. Cuando era adolescente, nunca me perdía una película mexicana, fuera de Cantinflas, Tin-Tan, Jorge Negrete, Arturo de Córdova, Pedro Infante, Dolores del Río, María Félix, Silvia Pinal, Amalia Aguilar. La frase del Siete Machos, “no pregunto cuántos son, sino que vayan saliendo”, me parecía el non plus ultra del machismo juvenil. Pero el tiempo pasa, y lo que antes me gustaba ya no me causa la misma satisfacción.
¿Por qué? Debo confesar que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también conocido como AMLO, me parece un pobre sustituto de épocas doradas. Sus “mañaneras”, en las que hila con dificultad pobres pensamientos, son un ejemplo de su menguante personalidad, donde se advierte su afán de intervenir en la política interna de otros países hispanoamericanos como Perú y Ecuador y, peor aún, de apoyar a tiranías como la de Cuba, de Díaz-Canel, y la de Venezuela con Maduro/Cabello.
Todo ello es superable porque el mandato de López Obrador termina en diciembre próximo, pero la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, se ha contagiado de ese espíritu. En lugar de buscar una reconciliación con el Perú, hace lo contrario, anunciando que no invitará a la presidenta Dina Boluarte a su transmisión de mando. Mayúsculo desatino. El cambio de mando podría ser la ocasión propicia para enmendar errores de forma discreta, con un gesto que corresponda a nuestra histórica amistad. Claudia Sheinbaum, desgraciadamente, ignora u olvida que, cuando México fue invadido por Francia en los años de 1860 para instaurar el fugaz imperio de Maximiliano y Carlota, el Perú le prestó valiosa ayuda diplomática.
Sin embargo, ese vínculo histórico ha sido olvidado. En lugar de no intervenir en los asuntos políticos internos del Perú, el actual gobierno mexicano sigue apoyando a la defenestrada dictadura de Pedro Castillo. En Bolivia, se ha inmiscuido en las elecciones generales, ayudando al presidente Evo Morales Ayma, que además alienta un movimiento secesionista en la región de Puno. En cuanto al Ecuador, México le otorgó asilo diplomático al exvicepresidente Jorge Glas, sentenciado por delitos de corrupción, decisión rechazada por el gobierno del presidente Noboa. El enfrentamiento, lamentablemente, tuvo como desenlace la violación de la embajada mexicana en Quito y la captura del exvicepresidente Glas por el gobierno ecuatoriano, lo cual constituyó una doble violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, así como de la Convención de Caracas sobre asilo político.
Este conflicto entre México y Ecuador originó acciones cruzadas ante la Corte Internacional de La Haya. Es una situación compleja en la que México tiene la razón, pero no toda. La presidenta electa Sheinbaum ha dicho que no invitará al Ecuador a su transmisión de mando. ¿Qué hacer? Algo tan simple como difícil: que Ecuador le pida disculpas a México y que este país las acepte. Así, la armonía prevalecerá sobre la discordia. Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los países de buena voluntad. El gobierno mexicano no cree en Dios, pero su pueblo sí, gracias a la Virgen de Guadalupe. Que la Madre de Dios nos haga el milagro de la reconciliación y que México vuelva a ser lindo y querido.