Narrativa anticriolla de Antauro Humala
Narrativa anticriolla de Antauro Humala
A pesar de encontrarnos aún a dos años de las próximas elecciones presidenciales, para cualquier peruano es innegable que la campaña ya empezó.
Entre los candidatos, resulta obvio que destaca el mayor Antauro Humala, quien ha pasado casi 20 años en prisión por iniciar una rebelión durante el gobierno de Toledo. Su posición conservadora, radical y despreocupada, genera interés en parte de la población, que siente al Estado superado por la delincuencia, el crimen organizado y la corrupción y la guerra institucional que se ha concentrado en el Ministerio Público, las cuales deslegitiman al sistema democrático y de justicia.
A esto se suma el desprestigio de la clase política que venció a Fujimori en los 2000, para después pactar con ODEBRETCH; clase que curiosamente aún muestra su influencia y poder evitando que algunos de sus máximos representantes pisen una cárcel, lo que ha generado un gran resentimiento en la población, facilitando la aparición de posiciones extremas en todas las tendencias políticas.
Antauro Humala entiende este proceso de crisis política e institucional como parte de una supuestamente larga agonía de lo que él llama la “República Criolla”, pues considera que el Estado gestado luego de la Independencia en 1821 no representa realmente lo que es el Perú, sino una estructura impuesta por una minoría que está próxima de llegar a su fin, una especie de apocalipsis criollo-republicano.
Con su narrativa, Humala busca reivindicar un pasado cultural que argumenta sigue vigente y que supuestamente cambiaría las estructuras del poder en el país.
Si bien su análisis de la realidad resulta bastante coherente, el planteamiento doctrinario con el que piensa abordar y transformar esa realidad parece estar más basado en deseos subjetivos y una lectura idílica de la peruanidad antes que en el proceso histórico, cultural y social que nos mantiene cohesionados como país.
La narrativa de transformación de la realidad peruana que plantea Antauro Humala, encuentra una justificación mítica anclada a un pasado supuestamente mejor, ajeno a todo lo que considera negativo que trajo Europa. Esta visión, no le da valor suficiente al hecho de que ya pasaron casi 500 años de ese pasado al cual se refiere, 300 de los cuales fuimos parte de España, durante los cuales se gestó un sincretismo inevitable y enriquecedor entre dos culturas que terminaron por comprenderse y fusionarse, lo que generó las condiciones para que el proceso independentista no surgiera de la misma población peruana, sino que dependiera de invasiones extranjeras, o más bien “campañas libertadoras” del sur y del norte.
Entonces, en 1821, se creó un Perú con el que muy pocos peruanos se identificaban, y comenzó un proceso de construcción nacional a partir de los intereses de las élites que se encontraban dentro del territorio peruano.
Fue un empezar desde cero con las estructuras que ya existían, y es por eso que en nuestro periodo republicano se cometieron la mayor cantidad de abusos contra las poblaciones rurales y tardamos tanto en conectar lo rural con lo urbano, pues no éramos capaces de reconocernos como un país diverso y con múltiples necesidades y visiones, a pesar de las cuales se comparten y mantienen ciertos rasgos culturales que estaban ya desde antes de la conquista española.
Estos rasgos culturales son más notorios en el contexto de la migración interna, pues al llegar a las ciudades, los pobladores rurales no tardan en adaptarse a las mecánicas de lo que Humala llama la República Criolla que, fundamentadas en las lógicas del capitalismo y debido a que en nuestro sistema está institucionalizada la informalidad, fomentan la aplicación de un capitalismo precario que muchas veces les permite desarrollarse social y económicamente.
El peruano, desde tiempos inmemoriales, es pragmático y, además, siempre piensa en abundancia: algo que al parecer conectó con la llegada de los invasores en 1532, pues muchos pueblos marcharon junto a los españoles para terminar con el yugo inca.
Es cierto que mitos fundacionales como el de Inkarri (caudillo) y la esperanza en un nuevo Pachacútec (reinicio y cambio del mundo) son constantes en nuestra sociedad, pero la predisposición a cambios radicales liderados por caudillos no es extraña en sociedades en las que la democracia representativa es precaria o ha iniciado procesos de precarización y desprestigio, como en EEUU.
Sin embargo, el mayor Humala desestima el proceso histórico, que ha demostrado que los intentos de transformación social en base a ideas reivindicativas que buscan una reorganización de la realidad, son inaplicables en el Perú, porque eso que se busca reivindicar, simplemente ya no existe; por lo que pretender forzar ese proceso, probablemente implicaría un hecho traumático que no cambiaría lo sustancial de lo que Humala llama la República Criolla.
En la historia del Perú sí se han dado cambios estructurales y sociales, “Pachacútecs”, que han significado nuevos inicios, pero siempre han venido con invasiones extranjeras.
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