Nos aguarda un peligroso proceso electoral

Nos aguarda un peligroso proceso electoral

Recientemente, el legislador Fernando Rospigliosi expuso en el Pleno del Congreso sobre los dictámenes recaídos en diversos Proyectos de Ley enfocados en modificar la llamada Ley Orgánica de Elecciones. Esto, con motivo del inminente retorno del Congreso al régimen bicameral. Lamentablemente, el escenario sociopolítico por el que pasamos no es nada auspicioso como para aplicar la recientemente aprobada reincorporación de la cámara de Senadores al Parlamento. Si está acá, amable lector, las cosas le parecen confusas, pierda cuidado que son más complicadas de lo que ha leído. Y si tratásemos de hacerle comprender semejante enredo a las grandes mayorías, la confusión puede llegar a convertirse en una nueva, poderosa razón para acabar eligiendo a quien le convenga a la cúpula totalitaria que se ha enquistado en el —aún desconfiable— Jurado Nacional de Elecciones del Perú (JNE).
Empecemos recordando que, a partir de los comicios del año 2026, los peruanos vamos a elegir a los integrantes del Senado, cámara que afortunadamente regresa para darle un mejor talante a la vida política nacional. Suficiente problema le implica a la ciudadanía inaugurar las nuevas medidas relacionadas con cambios en nuestra organización política, solo para satisfacer el ego de indignos como Martín Vizcarra, en connivencia con otro falso valor llamado Fernando Tuesta Soldevilla; sujeto autoencumbrado como especialista en materia electoral, así como todista en cuestiones democráticas. Ambos son responsables de que, estando apenas a año y medio de las elecciones del año 2026, ya tengamos inscritas, en aquello que alguna vez fue el verdadero Jurado Nacional de Elecciones, más de cuarenta agrupaciones y/o frentes regionales, cada cual con un candidato presidencial y dos vicepresidenciales.
No solo eso, sino que aún quedaría por integrarse otra veintena de “partidos políticos”, todavía en trámite de inscripción, que se aprestan a participar en los comicios entrantes. Vale decir, amable lector, que en abril de 2026 usted tendrá que elegir entre medio centenar —quizá todavía muchos más— de candidatos a presidente de la República, pertenecientes a otras tantas —en su gran mayoría— ahora desconocidas “agrupaciones políticas”; y además de ello, por otras dos listas para congresistas y senadores, como lo dispone la Ley 31988, obra del imputado por corrupción Vizcarra y de su piquichón Tuesta. Si esto le pareciera confuso, pues pierda cuidado que es aún mucho más difícil que lo que ya ha leído. Y si trasladamos semejante enredo a las llamadas grandes mayorías, la confusión puede convertirse en una nueva, poderosa estrategia tramposa, para acabar eligiendo a quien mejor le convenga a la cúpula extremista que buscará repetir el triunfo de Pedro Castillo, respaldada por el —desconfiable por antonomasia— Jurado Nacional de Elecciones del Perú. Porque, seamos claros, amables lectores. La experiencia que tuvimos con el comunista Salas Arenas —juez supremo y abogado de miembros de Sendero Luminoso— no nos permite confiar ni siquiera en la Justicia peruana. Menos aún, en el JNE.
Preparémonos para una jornada electoral compleja. Esta vez dirigida por una, hasta el momento, nueva, muda e inexperta cúpula dirigencial del jurado electoral.

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