Nos toca radicalizar la lucha

Nos toca radicalizar la lucha

El discurso político de Dina Boluarte y Alberto Otárola ha mejorado sustantivamente, pero no seamos ilusos, la derrota de la subversión todavía es un objetivo lejano.

Nadie niega que sí hay una protesta social atendible porque el Estado peruano ha estado a la deriva durante casi dos años a manos de los incapaces y rateros de Perú Libre, sus aliados y la caterva de izquierda infiltrada en el Congreso y en toda la estructura de la administración pública. Pero lo que enfrentamos hoy es un complot internacional contra el Perú que tiene su origen en el Foro de Sao Paulo y el Runasur de Evo Morales aliado con Sendero Luminoso, una larga lista de organizaciones marxistas, el narcotráfico y el crimen organizado.

Su verdadero objetivo es la imposición de una constituyente refundacional. Solo así se podría crear la llamada “República independiente del sur” y unir las cuencas cocaleras que controla el narco socialismo en el Vraem y el Chapare, además de apropiarse del litio y el núcleo minero-energético de la zona austral del Perú.

Detrás del proyecto hay muchísimo dinero, operan dirigentes desconocidos, servicios de inteligencia extranjeros agresivos y sicarios dentro de una estrategia de guerra molecular disipada, según la cual las manifestaciones populares son formas de confrontación persistente que se prenden y apagan (como luces dentro de un árbol de Navidad) sin tregua y dispersando los esfuerzos represivos del Estado.

Frente a eso la alternativa es radicalizar la emergencia; dar mayor libertad de acción a nuestras fuerzas armadas y policía; ampliar las capacidades de la policía; y golpear los puntos de origen de la infiltración: Bolivia, Cuba y Colombia. La frontera altiplánica tiene que cerrarse, militarizarse y declararse el estado de sitio prolongado en Puno antes de que, eventualmente, se anuncie su escisión; además debe cortarse la cadena de suministros con una Operación Patriota 2 y golpes certeros a la “culebra” o ruta del contrabando que nutre a la población aymara. En paralelo debe expulsarse al embajador espía “Gallo Zamora”, romper relaciones con Cuba y cazar masivamente a los agentes y cómplices de la Coordinadora Continental Bolivariana. Las relaciones con

Colombia deben degradarse al mínimo.

La lucha será prolongada y de no imponerse la ley y el orden pronto, la población afectada en puntos neurálgicos terminará organizando comités de autodefensa y, con eso, se daría paso a la pesadilla más temida: el inicio de una devastadora guerra civil.