Nuestro sistema político carece de transparencia

Nuestro sistema político carece de transparencia

Nuestra clase política, salvo honrosas excepciones, no es transparente, la desconfianza y cuestionamiento a nuestro sistema político es una realidad indiscutible, tanto por actuaciones personales de sus protagonistas como por el inconsistente debate político que emplea un formato de desarrollo mediático y deja de ser justo. En el caso de los partidos políticos, no tienen una estructura bien constituida, sin vida partidaria ni formación política, sin filtros para elegir candidatos, adoptan internamente sus decisiones sin conocerse como operan y se financian, lo cual genera debilitamiento y desprestigio con bajos niveles de credibilidad, desconfianza o sospecha en la ciudadanía (su desaprobación llega a 90%).

En el caso de nuestros congresistas (con pocas excepciones que todos los demócratas conocemos), son usuales los escándalos e impunidad, desde los conocidos “mochasueldos” que hurtan parte del sueldo de sus trabajadores, los denominados “niños” que usan sus votos a cambios de favores, el uso de viajes sin control con pasajes y viáticos al exterior con enormes gastos, además de recibir amplios beneficios económicos como asignación por desempeño de función, bonificación por función de representación, bonos, gratificaciones, etc., todo esto, a pesar de su débil capacidad para priorizar asuntos de importancia como reformas políticas, económicas, sociales y electorales. Realmente, el Congreso no tiene respuestas a las urgentes demandas de la mayoría de la población (su desaprobación llega a 96%).

Y en el Ejecutivo, Boluarte (con 80% de desaprobación) actúa sin transparencia ni reglas claras, sin firmeza ni estrategia, con señales contradictorias e incertidumbre, su peor error es intentar eludir su responsabilidad política culpando a las FFAA y PNP por las muertes en Juliaca durante las protestas de diciembre 2022 (con Otárola como ministro de Defensa) a pesar que como jefa suprema de las FFAA, según la Constitución, es la única que puede disponer su empleo y ordenar sus movimientos; mintió aún antes de asumir el gobierno asegurando que se iría de inmediato si Castillo dejaba el cargo. El símbolo que identifica su gobierno es recesión económica, inseguridad ciudadana, clara posición antiminera formal, y, en hidrocarburos, tratando de reflotar, entregando recursos, a la deficiente y oscura empresa estatal Petroperú, además, demuestra falta de transparencia y convicción para atraer inversión privada (única forma de enfrentar la pobreza e informalidad), y, tampoco ejecuta acciones concretas ni articuladas para mejorar la educación, salud, ni luchar contra la corrupción y las drogas.
Bajo este panorama, nuestro futuro como país recién se encaminará cuando los políticos sean transparentes y entiendan que la actividad política es esencialmente humana y civilizadora, cuyo principal fin es alcanzar el bienestar de la sociedad, el logro del bien común y el fortalecimiento de virtudes y valores públicos, dejando de lado intereses personales o partidarios.

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