¿Rezo gubernamental?
¿Rezo gubernamental?
Cuentan los creyentes que el rezo es un recurso utilizado por ellos para solicitar a un ser superior, llamado dios o divinidad, apoyo en situaciones extremas que escapan al manejo humano terrenal, o acompañamiento en procesos de lucha contra las fuerzas del mal, o agradecimiento por las gracias concedidas en esta vida.
Entre estas opciones… ¿Cuál es la interpretación auténtica del pedido a rezar que hiciera hace unos días la hoy exministra de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Hania Pérez de Cuéllar, para que la plegaria colectiva de los peruanos impida que los funcionarios públicos sean tentados por el pecado de la corrupción?
El agradecimiento, sin duda, está descartado. Salvo que hoy esté agradeciendo haber dejado un cargo que la estaba atormentando y no la dejaba vivir en paz. Esa podría ser una interpretación aceptable, aunque tardía.
El apoyo en una situación extrema podría ser también una interpretación válida. Sin embargo, esta interpretación pondría en evidencia su incapacidad para sobrellevar el cargo que ocupaba hasta el día de ayer. ¿Estaría siendo sobrepasada la exministra por una situación de corrupción incontrolable que escapaba a sus manos y la atormentaba hasta el límite de hacerla muy infeliz, por no hacer realidad el acto de servicio público encomendado?
Prefiero quedarme con la última interpretación, la de solicitar un acompañamiento divino que le permita al luchador terrenal afrontar los actos de corrupción en un sector altamente cuestionado por la opinión pública. Pero no vimos en el actuar de la exministra, mientras estuvo al mando del sector, medidas concretas que pusieran en evidencia una lucha descarnada contra los corruptos. No hubo denuncias, ni denunciados, ni acciones de control dirigidas desde su gestión, que evidenciaran una guerra frontal contra las fuerzas del mal.
Lo cierto es que pedir la intervención de fuerzas divinas en actos que son de naturaleza terrenal tiene sus ventajas y desventajas. Si el favor divino está de nuestra parte, probablemente invocarlo con resultados concretos será bien visto. Pero su sola invocación acompañando inacción de gestión pública siempre será mal visto, y asegura una condena al fuego eterno de un infierno en el cual terminan quienes no logran encontrar soluciones concretas que hagan que las cosas sucedan, y que el servicio público no se convierta en una ilusión religiosa.
La religión política forma parte de nuestro ADN e imaginario país, pero eso no significa que su sola invocación sea suficiente para sobrevivir en un puesto público. Hoy Hania Pérez de Cuéllar lo tiene muy claro. Esperemos que su cambio no se deba al rezo gubernamental ejercido libremente por ella, y que su reemplazo sepa diferenciar estos dos ámbitos que no deben volver a unirse: Iglesia y Estado. Lo que necesitamos son soluciones concretas en vivienda social, construcción y saneamiento. ¿Ocurrirá?
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