Señor de los Milagros

Señor de los Milagros

Pedí ayer al Señor de los Milagros, luego de rendirle un sentido homenaje frente al tradicional Club Bocanegra de los Barrios Altos, que nos ayude a todos los peruanos en esta grave crisis que afecta gravemente al sistema democrático y que debe resolverse inicialmente con la elección legítima y sin manipulaciones de un nuevo Congreso que represente real y efectivamente los altos intereses de la Patria.

El tránsito de la venerada anda -que pesa 2 toneladas de oro y plata- por las calles de Lima es un reflejo de la inmensa fe de nuestro pueblo y, simultáneamente, una expresión extraordinaria de la cultura criolla del Perú con sus cuadrillas de cargadores, equipos de zahumadoras y la impresionante muchedumbre rodeada de esa culinaria callejera, que supera al propio Gastón, con el tradicional turrón de doña Pepa, los tallarines con chanfainita y un extraordinario y sabroso caucau.

Debo confesar que escribo estas líneas atrincherado en el club Bocanegra, a la vuelta de las Nazarenas, cuando ya la fiesta comienza, la salsa inunda el escenario y la Hermandad se reúne para celebrar una procesión más -la más grande del mundo- de ese Señor de Pachacamilla que incrementa sin cesar su fe después de ese terremoto de 1655 en que su imagen quedó intacta, pese a la destrucción masiva de la ciudad.

La fe en el Señor de los Milagros debe servir, sin duda, para preservar e incrementar nuestra fe en el Perú. Como ha podido esa imagen venerable despertar un culto que se amplía año tras año con una Hermandad de 6000 fieles que distribuyen 1,000 almuerzos diarios luchando contra la pobreza y preservando la cohesión de sus creencias sin dudas ni desviaciones.

La razón es clara: el culto es fruto de una sociedad que, dentro de sus valores pluriculturales y cristianos, tiene la necesidad de creer en un valor superior e intangible que la ampare en las crisis, que la ayude a salir adelante, que la sustente en sus problemas cotidianos y que celebra sus creencias con una procesión maravillosa que es, además, un dechado de ejemplar organización.
Nada de lo que describo tiene que ver con dogmas políticos. Sí refleja, en profundidad, el alma alegre y creyente del Perú mestizo y costeño que alberga tantas tradiciones profundamente democráticas.

Para eso está el Señor Moreno: para levantarnos el espíritu en los tiempos azarosos, más allá de toda duda; y para alegrarnos la vida cuando vemos el anda con ese mar humano que en otras épocas servía como ejemplo para medir la densidad de las manifestaciones políticas (Señor de los Milagros era lo máximo: 5 personas por metro cuadrado).

Ahora, a mirar hacia adelante en estos tiempos azarosos: tenemos que librar una gran batalla para librar al Perú de la corrupción y preservar la democracia en una coyuntura en la que la crisis institucional del sistema ha abierto en forma descarada los apetitos del comunismo con su vieja tesis de convocar a una Asamblea Constituyente para instaurar un régimen chavista en el Perú.
Pero estoy seguro que, con el apoyo del Señor de los Milagros y del pueblo peruano, eso no va a ocurrir.

Presidente de Perú Nación – Presidente del Consejo por la Paz