Silencio
Silencio
¿Para qué quieren que Dina Boluarte hable si no tiene nada que decir? ¿Sobre qué le quieren preguntar los periodistas ya que se acabó la novela de los Rolex? ¿Sobre su cirugía plástica? ¿Sobre su bronco pulmonía? Lo cierto, lo concreto y lo real es que el país está igual que hace 30 días. Nada ha cambiado sustantivamente y, francamente las preguntas que hace la prensa son reiterativas y superficiales. Y como dice el dicho en boca cerrada no entran moscas así que mientras la presidente no tenga nada importante que decir es mejor que siga así, sin hablar. Ya existe un vocero de la Presidencia cuyo ejemplo ha sido tomado de la tradición norteamericana donde el presidente no está todos los días parloteando sobre trivialidades. Además está el presidente del Consejo de Ministros que según la Constitución es el vocero oficial del gobierno. Ellos pueden dar perfecta cuenta del día a día mientras Boluarte se reserva para cuando tenga un asunto importante que anunciar sin echar leña al fuego de su propia pira. En el Perú la prensa está mal acostumbrada. Cree que la exclusiva es sacarle cualquier cosa al presidente para luego reciclarlo y tener material para noticieros y dominicales. Nada de esto favorece a Boluarte. A nadie le importa que haya estado unas horas en el quirófano estirándose los cachetes. ¿Acaso eso le impide estar al mando? Más bien lo que dice mucho de ella es que la señora está más interesada en sus afeites personales y va camino a parecerse a una María Antonieta del trópico a la que la culpaban de todas las frivolidades del mundo. Volviendo a los silencios, ¿Saben cuántas veces habló el emperador Hiroito? Una sola vez para anunciar la rendición del Japón. ¿Y el emperador Akihito? Una sola vez para calmar a su pueblo tras el terremoto y tsunami que destruyó la central nuclear de Fukishima. Nunca más se les escuchó. Sin ser tan parcos está la reina Isabel que nunca dio una entrevista o el presidente francés cuyas entrevistas en el Eliseo son todo un acontecimiento. Aquí los presidentes hablan hasta por los codos devaluando sus apariciones y sus palabras creyendo que así se hacen más populares. La realidad demuestra todo lo contrario. Mientras más hablan más la gente no los quiere escuchar ni ver. Los marketeros y los comunicadores viven de esos consejos estúpidos y degradan la figura presidencial. Y los presidentes creen que si no salen a parlotear sobre lo divino y lo humano pierden peso y poder. Tal vez sea la hora de que si no hay nada interesante que decir mejor sea no decir nada. Aunque ardan en iras los periodistas.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.