Su derrota está a la vuelta de la esquina
Su derrota está a la vuelta de la esquina
Señor Vizcarra, funcionalmente sigue siendo usted presidente, pero moralmente está descalificado porque se ha convertido en traidor del Estado social y constitucional de derecho.
Las elecciones anticipadas son inviables. Su iniciativa debiera estar ya en la basura, y si el Congreso ha optado por prolongar un diálogo inconducente es porque intenta impedir violencia mayor que la actual sedición sureña. Pero si algo así ocurre, usted será el responsable por la sangre que pueda derramarse entre peruanos.
Usted está miserablemente solo, peor que en la plaza de Chachapoyas. No lo respalda nadie, ni las FF.AA. ni la PNP. No tiene partido ni bases sociales; su minibancada es ridícula y si no lo acusan de todas las inmundicias que le conocen en lo político y lo empresarial es porque deben estar tan embarrados como usted en Chinchero.
Su Gabinete está encabezado por un bufón; los demás titulares de pliegos son tan poca cosa como aquella señora que acaba de permitir que mueran 30 niños por falta de incubadoras, mientras su gobierno mantiene un Estado paralelo de asesores a un costo de casi 1,800 millones de soles.
¿Sabe cómo se refieren a usted los conspiradores que supuestamente lo apoyan y se reúnen en cafés miraflorinos bajo sus gastadas tarjetas de exdiplomáticos cuestionados, encuestadores mermeleros, exministros de regímenes corruptos, lobistas y traficantes de armas? Le dicen “el pobre moqueguano”. Pobre por incapaz de advertir que la prensa que usted subvenciona con nuestro dinero, y los corruptos de la construcción y otros señorones ya están pactando con quienes pondrán su cabeza en bandeja de plata para el sucesor designado.
Mientras su gentuza termina de robar y ocultar pruebas puede estirar la farsa de las “reformas que el pueblo exige”; pero su fin es inminente. Las izquierdas rojas y caviares, en reiterado contubernio con los mercantilistas, ya aceptaron tirarlo a los leones. Allí, delante de la ira del pueblo, terminará su aventura. Si imaginó que sería -como le susurró su asesor argentino- un nuevo montonero, está equivocado.
Nadie lo protegerá, ni las ONG a las que usted ha blindado, ni Odebrecht a la que ha favorecido y menos la Diviac que ya está vendiendo sus secretos. Prontito, cuando muerda el polvo de la derrota que usted solo se ha forjado, entenderá que, efectivamente, es un truhán que intentó hacer de la presidencia una aventura pero la nación no se lo habrá permitido. Provecho.