Trump, la obispa y Emilia Pérez

Trump, la obispa y Emilia Pérez

El presidente Donald Trump se ha propuesto que los Estados Unidos vivan una nueva era dorada. Apenas asumió el cargo, empezó a ordenar su país. ¡Horror! El hombre declaró que la política oficial del Gobierno de los Estados Unidos reconocerá únicamente dos géneros: masculino y femenino. ¿Acaso hay algo distinto en el orden de los primates, que es lo que somos los humanos, simples monos calatos? No.
La cordura de género de Trump desató la locura “woke” en las redes, impulsada por las feminazis y ONG’s. La orden implica el desmantelamiento de millonarios programas de diversidad que reconocían decenas de géneros. Trump eliminará lo que llama “la locura transgénero”. Vale resaltar que en ningún momento se refirió a las preferencias sexuales de hombres y mujeres; de hecho, en su círculo está el empresario Peter Thiel, abiertamente gay.
La destrucción de los valores de Occidente se sustenta sobre la ignorancia, los intereses de las élites y una derecha que ha subestimado al comunismo (“wokismo”, “socialismo del siglo XXI”, “brisita bolivariana” y así). Esa ideología criminal, empobrecedora y que impulsa a los transgéneros en los países occidentales, se ha infiltrado en las familias, en los libros infantiles, en la medicina, en las instituciones educativas, en la mismísima Iglesia Católica y en algunas ramas del protestantismo.
El martes Trump tuvo que soplar el discurso político de una conocida detractora suya, la “obispa” LGTB Mariann Edgar Budde (65), máxima jerarca de la Diócesis Episcopal de Washington. Muy piadosa, ella pidió en nombre de Dios por los migrantes “que recogen nuestras cosechas, limpian nuestros edificios de oficinas, trabajan en granjas avícolas y plantas de envasado de carne, lavan los platos después de comer en los restaurantes”.
Vaya visión de la zurdópata: los migrantes son, prácticamente, la base de la cadena alimenticia, los de los trabajos más pesados, peligrosos y peor remunerados. Más cristiano sería que ella se lave su plato y rasquetee su wáter.
La arremetida comunista es espiritual y cultural, por eso un hombre que ahora aparenta ser mujer, el español que se hace llamar Karla Sofía Gascón, ha sido nominado a un Óscar como mejor actriz por la peor película de lo que va de este siglo, Emilia Pérez, realizada en Francia y dirigida por Jacques Audiard.
Mientras Hollywood sigue en cenizas, el bodrio tiene trece nominaciones y las razones se relacionan con el hecho de que el personaje principal es “Manitas”, el abogado de un narco mexicano. “Manitas” se convierte en una mujer trans para escapar de los narcos y, como Emilia Pérez, quiere enmendar sus errores buscando a los desaparecidos. La influencer Gaby Meza sostiene que la película no retrata con respeto dos temas tan delicados para México como son el narcotráfico y la desaparición de personas.
El fracaso de taquilla es un éxito para Trump, quien sostiene que muy pocos abrazan lo “woke”, eso que Javier Milei llamó recientemente en Davos “un cáncer que hay que extirpar”.

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