Vietnam contra los dogmas
Vietnam contra los dogmas
Vietnam experimentó una guerra devastadora desde 1955 hasta 1975, en el contexto de la Guerra Fría que libraron Estados Unidos y la Unión Soviética. Vietnam del Norte pretendía unificar el país bajo un gobierno comunista, mientras que Vietnam del Sur buscaba mantener su régimen pro occidental. La conflagración involucró una amplia gama de tácticas militares que incluyeron guerrillas, ataques con bombardeo aéreo y uso de armas químicas. Se lanzaron más de 14 millones de toneladas de bombas y 70 millones de litros de herbicidas que acabaron con la precaria infraestructura del territorio vietnamita.
Se estima en alrededor de 4 millones el número de víctimas mortales, de las cuales, la mayor parte pertenecía a la población civil. El país había cambiado su morfología por los bombardeos y el napalm, pero Estados Unidos tuvo que retirarse ante la imposibilidad de doblegar al enemigo. En abril de 1975, los comunistas tomaron Saigón y el país se unificó como Estado socialista. Se trataba de una nación a la que pocos veían viabilidad y de la que se esperaba que siguiera un modelo ortodoxo de economía socialista colectivista.
Contrario a lo esperado, los dirigentes comunistas, desde 1986, decidieron aplicar la política denominada Doi Moi, que significa “renovación” e implica drásticas reformas opuestas a los dogmas de la economía planificada que mantenían al país en la pobreza. Se produjo la apertura económica, liberalización y adopción de políticas de mercado. También permitieron la propiedad privada, fomentaron la inversión extranjera, crearon zonas económicas especiales y llevaron a cabo reformas en el sistema financiero, así como en las políticas fiscales. El país se ha convertido en una economía en desarrollo de rápido crecimiento, y uno de los mayores exportadores mundiales de productos como arroz, café, ropa, tecnología electrónica y productos pesqueros.
A pesar de ser un reprobable régimen de partido único, con restricciones a las libertades, los indicadores económicos y sociales han cambiado la faz de uno de los países más pobres de la tierra, a uno con expectativas de desarrollo en mediano plazo. El PIB pasó de ser casi cero en 1975 a 393 mil millones de dólares en 2022; las exportaciones superaron los 371 mil millones; las inversiones extranjeras alcanzan los 30 mil millones de dólares; la renta per cápita excede los 3,800 dólares y el índice de pobreza cayó del 90% al 5%. El liberalismo económico llevó a este país comunista a ser uno de los de mayor crecimiento en Asia.
Sus exportaciones en pesca y acuicultura superan los 11 mil millones de dólares con lo que disputa el segundo lugar, a nivel mundial, con Noruega y casi triplica las cifras del Perú. El sector es una de las columnas en su todavía inconclusa lucha por la seguridad alimentaria en la que avanzan a paso firme. Su acuicultura ha sido potenciada por la tecnología y seguridad jurídica con lo que ha conquistado el mundo con sus productos estrella: panga, camarón, langosta, tilapia, carpa, etc. La industria pesquera de Vietnam sigue esforzándose por cumplir con las estrictas regulaciones internacionales en temas fundamentales como sostenibilidad, lucha contra la pesca ilegal, trazabilidad y adaptación al cambio climático, construyendo cadenas de valor transversales para cada grupo de productos.
A 48 años de estar a punto de la desaparición, Vietnam emerge con una sólida economía y un pueblo en vías de desarrollo. Esperemos que se decidan por una institucionalidad democrática. Nuestro país tiene mucho que reflexionar sobre su despegue económico, principalmente los socialistas que añoran el estatismo ineficiente que fracasó siempre donde se implantó.