Vivir en serio
Vivir en serio
Desde luego el título es todo lo contrario de lo que pretendemos. No vivas tan en serio que perderás la noción de lo ridículo, ese estar “fuera de lugar”. La plenitud es esa estación a la que se llega cuando la tragedia deviene en comedia y la risa se convierte en una forma de ser.
Los comediantes son valiosos, pero fácil es descubrir que muchos de ellos esconden un drama íntimo tras el humor público. Nunca olvido el recital sobre el trágico payaso de Garrick en su “Reir llorando”. Cuando el humor se torna en una filosofía o en un hábito reímos en automático y no para tapar sombras como en el humor negro judío o en el irónico inglés. Según la catarsis griega y el enfoque de los cínicos, darla al humor es una forma de sobrevivencia. Para Nietzsche es un recurso del pesimista (quizás para él) o de quien ríe porque la gesticulación de una carcajada sirve para eludir aquella misma que le sirve para llorar.
Oscar Wilde se valía de la ironía para llamar a una risa que no era sino un juicio sobre las costumbres (aunque recomiendo siempre leer a Bergson sobre este tema). Quizás sea el clásico castigat ridendo mores (riendo y haciendo reír se corrigen los malos hábitos). Ese juicio sutil que se vale de lo ridículo, lo he percibido en el humor de Woody Allen y en gran parte de la comedia no ligera moderna. El sarcasmo es otro tema, y créanme que no hay peor risa que la que sale de unas comisuras hacia abajo.
Ocurre que nos hemos vuelto muy serios. Algunos comediantes no habrían resistido la rigidez del siglo XXI y los eufemismos en el lenguaje hubieran llamado a un humor burocrático, complejizando las palabras con el diccionario de la RAE en las manos. Sin justificarlo y entendiéndolo dentro de su contexto, la cultura contemporánea es seria, carece de relajos, nos frunce el ceño y ha perdido la imaginación, reducida a gags y bailes idiotas que agitan el torso porque por la boca no tienen nada que decir. Saludable es alejarse de la televisión si se busca humor, más inteligente es proporcionárselo uno mismo practicando la permanente captura de lo ridículo en nosotros mismos.
Campoamor decía que una vida sin amor es vida perdida, quizás no conoció el enorme significado del humor; después de todo “la vida es un chiste”.