XY-XX
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Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), afirma que “no hay un sistema científico sólido para identificar a hombres y mujeres”. Esta declaración surge a raíz de la controversia causada por la participación de atletas en los Juegos Olímpicos de París 2024, quienes, a pesar de haber sido reconocidos como hombres por comités internacionales de boxeo femenino y eliminados por ello, han sido aceptados por el COI para competir en París. El resultado ha sido la medalla de oro para Imane Khelif, argelina que, según el presidente del COI, es “intersexual”. En otras palabras, este atleta argelino puede identificarse como ambos sexos, utilizando uno u otro según su conveniencia.
La postura de Thomas Bach sigue la línea de la cultura woke, que sostiene que los géneros son casi infinitos. Se percibe claramente que el enemigo del wokismo hoy no es la religión ni el sentido común, sino la ciencia. Esto se debe a que la ciencia es objetiva y no miente. De ahí que la deslegitimación de la ciencia haya alcanzado niveles olímpicos, literalmente.
A diferencia de la ideología o cultura imperante, que permite la existencia de múltiples géneros (usando como pretexto la “humanidad” para deshacerse de sexo, fronteras, religiones, etc.), para la ciencia, particularmente para la biología, solo existen dos sexos, determinados por los cromosomas humanos: XY para los hombres y XX para las mujeres, sin importar cómo se “perciba” cualquiera de los dos. Estos cromosomas tienen implicancias biológicas claras que permiten distinguir el fenotipo masculino del femenino. Las hormonas juegan un papel fundamental en ambos sexos: los hombres son dominados por la testosterona, una hormona que los hace más fuertes, mientras que las mujeres tienen el predominio del estrógeno.
Por eso no es equitativo un enfrentamiento físico entre un hombre y una mujer, algo que se refleja incluso en las agresiones sexuales. Es cierto que existen anomalías o rarezas en la naturaleza desde tiempos inmemoriales, como el hermafroditismo. En el Museo del Louvre, en París, se exhibe una estatua de mármol de una hermosa mujer desnuda recostada. No obstante, si se observa con más detenimiento, se puede ver que también tiene pene y testículos pequeños. ¿Es hombre o mujer?
Thomas Bach parece creer, o quiere hacer creer, que las excepciones biológicas o anatómicas son la regla, en consonancia con la ideología woke. ¿O acaso el presidente del COI no puede afirmar con certeza si él mismo es él o ella? Si el sexo es tan flexible, ¿por qué los transexuales se someten a tratamientos de bloqueo de hormonas masculinas o femeninas? ¿Por qué el COI descalifica a los atletas que utilizan hormonas para aumentar su fuerza?
Sabía usted que los hombres con cromosomas XY que deciden transformarse en “mujeres” después de la adolescencia ya tienen un fenotipo masculino, con huesos y músculos acordes a su sexo biológico, independientemente de las hormonas femeninas o la cirugía? ¿Eso no los hace diferentes de las mujeres nacidas con cromosomas XX? Esto, al menos, es lo que sostiene la ciencia.
La ciencia no evoluciona por obra y gracia de la ideología o la cultura; evoluciona según sus propios principios, basados en la experimentación y el error. Así como en una época la religión fue enemiga de la ciencia por cuestionar sus dogmas (el médico del siglo XVI, Miguel Servet, fue quemado en la hoguera por afirmar que la sangre circulaba por el cuerpo, y la historia de Galileo y la Inquisición católica es ampliamente conocida), hoy el wokismo se ha convertido en una religión que se basa en la fe malsana de la mentira sobre lo obvio. Este culto, en realidad, es un insulto tanto para los hombres (XY) como para las mujeres (XX).
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