Crucificaron, castraron y destriparon al profesor Mario Zumaeta | INFORME

En una sola jornada, los terroristas aniquilaron a más de diez nativos por negarse a sumarse a sus huestes.

Por Italo Oberto-Besso

Los terroristas no tuvieron piedad con el profesor Mario Zumaeta. Primero lo castraron, aún con vida lo destriparon y para mofarse de su fe, lo crucificaron delante de sus propios compañeros de su comunidad asháninka. Ya cadáver, después de varias horas de dolor insoportable, los subversivos llenaron el cuerpo con piedras y lo lanzaron al río.

El sangriento hecho ocurrió en noviembre de 1989 (aunque las fechas son confusas, algunos mencionan el año del genocidio: 1987), en la comunidad Cutivireni, que se encuentra asentada sobre el río Ene, varios kilómetros después que el río Mantaro y el Apurímac.

En esa fecha Sendero Luminoso asesinó a diez nativos asháninka en venganza a su rechazo a la ‘lucha armada’ y fundamentos de Sendero Luminoso. Los terroristas degollaron también a los profesores Julio Roy Ponce, subjefe de la misión; Alberto Juárez y Alberto Cutiri Gamboa.

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Según cuentan, la historia de esta masacre no empezó en aquella fecha, sino que se originó meses atrás.

La bucólica Cutivireni tuvo que sufrir el mismo destino de las comunidades que no aceptaban someterse a los dictados senderistas. El esquema de valores senderista pretendió ser impuesto a la población cautiva que no pudo entenderlo y lo rechazó.

La comunidad de Cutivireni en el río Ene fue atacada varias veces. Resistieron hasta mayo del 90, motivando la huida de su población, según da cuenta la Defensoría del Pueblo.

EL COMIENZO DE LA PESADILLA

Cuando los senderistas llegaron al río Ene, el año 1986, allí encontraron esta comunidad fundada por el padre franciscano Mariano Cagnon.

A la llegada de los subversivos el padre Mariano, sin más opciones, les entregó a los terroristas lo que le pidieron: comida, herramientas, atención y lo que reclamaban.

El sacerdote, según cuenta Alberto Valencia, en su libro ‘Los crímenes de Sendero Luminoso en Ayacucho’, viajó a Lima en busca de protección policial o por lo menos las armas necesarias para defenderse. Fracasó en su intento.

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“Y luego viajó a Lima a buscar ayuda. En la capital nadie le hizo caso. ¿Cómo ayudar a una misión evangelizadora perdida en la selva? ¿Enviar tropas? Imposible. No se trataba de una gran ciudad ni de un reducto estratégico. El padre Mariano reclamaba (por lo menos) armas para defenderse. ¿Pero quién colaboraría proporcionándole armas a un cura que de pronto decide convertirse en guerrero para defender a sus chunchos asháninkas?”, recuerda Valencia.

A partir de ahí las visitas de los terroristas eran frecuentes. Los terroristas aumentaron sus exigencias; le pidieron que el padre Mariano reclutara a jóvenes asháninkas y se los entregara para adoctrinarlos. El padre Mariano se negó y poco después tomó unas vacaciones y se alejó, según cuenta Simon Strong, en su libro ‘Sendero Luminoso: El movimiento subversivo más letal del mundo’, citado en ‘En honor a la verdad’, publicado por el Ejército.

PRIMERA INCURSIÓN

Sin embargo, la primera sangrienta incursión de los senderistas a Cutivireni se produjo el 12 de junio de 1987 o 1989. Los terroristas mataron a cinco asháninkas que se negaron a ser enrolados y dinamitaron la capilla.

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Además, volaron el motor que producía electricidad e incendiaron 50 casas. Antes de irse izaron en el mástil principal de la comunidad el trapo rojo que identificaba a Sendero Luminoso. Los pobladores huyeron para salvar sus vidas.

Cuando los nativos regresaron a Cutivireni, encontraron su comunidad totalmente destruida y saqueada. Sin embargo, los pobladores decidieron reconstruir su pueblo.

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