Hernando de Soto: «La constituyente es un autogolpe encubierto»
Detrás del proyecto que el Ejecutivo ha presentado al Legislativo se esconden trampas legales muy sofisticadas, a modo de un ferrocarril, que nos llevarán progresivamente, estación por estación, a un destino final llamado asamblea constituyente. En esa última parada el presidente podrá despojar al Congreso de sus funciones exclusivas. Esto constituye un autogolpe.
¿Por qué es la constituyente un ferrocarril que lleva al autogolpe?
Eso es lo que es. Un “autogolpe” es cuando un jefe de Estado legalmente elegido excede sus poderes legales, que son “cumplir y hacer cumplir la constitución”, y se apropia ilegítimamente de aquellos que corresponden al Congreso que son “dar, interpretar, modificar, hacer respetar y derogar las leyes”.
Es un golpe de Estado, porque al concentrar el poder legislativo y ejecutivo en una sola mano y un solo partido, derrumba el pilar del sistema democrático que hace 300 años es en todas partes la separación de poderes, copando al Estad para constituir una dictadura. En nuestro caso, una dictadura comunista.
¿Cerrón quiere la dictadura?
Según sus propias declaraciones, no basta controlar el gobierno, sino que hay que tomar el poder y copar el Estado mediante “el control del Ejército… Policía… magistrados… burocracia estatal… y el clero”. Esto se consigue concentrando el ejecutivo y el legislativo en una sola mano para acelerar el proceso y despedir a las fuerzas contrarias del Estado y reemplazarlos por su gente con asesorías, contratos con el Estado, privilegios sindicales y proselitismo extranjero infiltración. Es la misma hoja de ruta de todos los partidos comunistas minoritarios del mundo.
¿Y por qué no vacar al presidente inmediatamente?
Porque la historia comunista demuestra que, aún cuando se desaloje al maquinista, el tren puede continuar su curso con un sucesor. En los últimos 4 años, nuestros políticos han apuntado a aniquilar al maquinista. Ya van once tentativas de vacancia presidencial y disolución congresal en menos de cinco años, que han dado lugar a cinco gobiernos truncos, ninguno con el tiempo suficiente para pensar y resolver los problemas fundamentales. Seguir vacando al maquinista es una “locura”, lo que Einstein definía como “hacer lo mismo esperando obtener resultados diferentes”.
¿Cómo se para al tren comunista?
Desmontando el ferrocarril, para lo cual el electorado debe darse cuenta de que un plebiscito convocado por comunistas es la conspiración cubana apoyada directa o indirectamente por Rusia. Lo dijo el propio Cerrón cuando el 1 de enero pasado saludó el 63° aniversario de la Revolución cubana y anunció que su agrupación está comprometida “con la defensa de la revolución” añadiendo que “la izquierda tiene que aprender a quedarse en el poder”.
El objetivo de Castillo y Cerrón al promover la constituyente es “abolir” la Constitución de 1993, fruto del golpe de Estado de Alberto Fujimori, el 5 de abril de 1992, que supuestamente “generó una nueva casta político empresarial”. Este argumento llevó al antifujimorismo a votar contra la Constitución del 93. ¿Cómo responde a eso?
Revelando la verdad. Ese argumento es falso. La Constitución del 93 se concibió y se consolidó por un grupo de personalidades de América Latina, Norteamérica y el Caribe.
¿Cómo? ¿Fujimori y Montesinos no impusieron la Constitución del 93?
Efectivamente, la Constitución no le fue impuesta al Perú por Fujimori, sino más bien le fue propuesta por una coalición de amigos del Perú de todas las organizaciones democráticas para cerrarle la puerta a una posible dictadura creando un momento constituyente.
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Esta revelación refutaría 29 años de una falsa historia. ¿Quiénes conformaron esa coalición?
Eso se revelará pronto en programas de televisión internacional, donde sus conductores podrán preguntar a los protagonistas peruanos y norteamericanos cómo nació la Constitución del 93. La comunidad internacional se convenció de que lo principal era acabar con la amenaza de Sendero Luminoso si Fujimori abandonaba toda pretensión de perpetuarse en el poder con un gobierno golpista. La comunidad internacional que condenó el golpe terminó considerándolo un mal menor ante la amenaza de Sendero Luminoso. La OEA, el TIAR, el Congreso de Estados Unidos y el Departamento de Estado habían calificado ya a Sendero Luminoso como un movimiento genocida tanto o más brutal que el de Pol Pot y los Jemeres Rojos de Camboya. Existen los documentos registrados en la Casa Blanca sobre la convocatoria al Congreso Constituyente Democrático (CCD) multipartidario y también serán puestos a disposición.
¿Por qué interesa hoy el tema?
Porque el Perú es víctima hoy de una conspiración perversa de Cuba y Venezuela con apoyo de Rusia, en la que se quiere convertir al Perú en su cabecera de playa en Sudamérica. Esto nos da derecho, como ciudadanos peruanos, de acudir a la opinión pública internacional y active el principio de la llamada “responsabilidad de proteger” y evitar una guerra por delegación (“proxy war”, en inglés) con intereses extranjeros reñidos con el interés de nuestro pueblo abrumadoramente pro empresarial –ya sea formal o mal llamado informal– que quiere evitar una guerra fratricida y vivir en paz y en democracia.
¿No había logrado usted el pasado 4 de marzo que Castillo se comprometiera a abandonar la constituyente?
Sí. Después de invitarme a una reunión de dos días en Palacio, el 3 y 4 marzo, aceptó mi propuesta con estas palabras: “rechazo rotundamente… que Pedro Castillo llegó al Gobierno para instalar o convocar una Asamblea Constituyente para instalar un modelo chavista o comunista”. Pero el 22 de abril, Cerrón volvió a la carga y el presidente recula y se somete al proyecto constituyente que esconde el autogolpe.
¿Fracasó usted, entonces?
No. La comunidad internacional ya sabe ahora que gran parte de los colaboradores del gobierno resiste el esquema comunista, y que el aparato de Cerrón, alimentado por Cuba, Venezuela y Rusia, es más fuerte que el propio Castillo. Es inútil vacar al maquinista si no se desmonta el ferrocarril comunista y para esto es necesario el apoyo de Occidente.
¿Es cierto que usted ha elaborado un plan –ya en marcha– para desmontar ese tren y construir una economía social de mercado inclusiva que congregue a todas las fuerzas democráticas?
La respuesta es sí, es cierto.
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