La adolescente que cayó del cielo: ocurrió en Perú hace 52 años
Juliane Koepcke, la única sobreviviente de un accidente aéreo que estuvo perdida en la selva peruana por 11 días.
La adolescente que cayó del cielo: ocurrió en Perú hace 52 años.
Juliane Koepcke tenía tan solo 17 años cuando el 24 de diciembre de 1971 se embarcó en el vuelo 508 de la aerolínea LANSA que la llevaría de Lima a Pucallpa. En esta calurosa ciudad, pasaría las fiestas navideñas en compañía de su padre; sin embargo, durante el viaje ocurrió una desgracia: la aeronave voló directamente hacia una tormenta eléctrica. Como consecuencia, terminó estrellándose en medio de la selva peruana.
De las 92 personas que iban a bordo, incluida su madre, ella fue la única que sobrevivió. Durante 11 días, la adolescente caminó sola a través de la selva amazónica, luchando contra el hambre y la desesperación.
En un abrir y cerrar de ojos, se encontró volando por los aires sujetada a su asiento. Era solo ella y el sonido del viento. Desde lo alto, a más de 3 mil metros, anticipó lo que ocurriría, su cuerpo se iba a estrellar y morir instantáneamente.
Julia no recuerda lo que pasó, perdió la conciencia y cuando despertó, al día siguiente, en lo único que pensó fue en que era una sobreviviente del accidente que partió el avión en varias partes a unos 3 kilómetros de altitud. Aunque intentó localizar a su mamá con gritos, nunca obtuvo respuesta.
La noticia dio la vuelta al mundo
Los ojos del mundo se posaron en el Perú cuando se dio a conocer la insólita historia de la “adolescente que cayó del cielo” y que sobrevivió en medio de la imponente selva peruana. En 2011, publicó el libro “Cuando caí del cielo. La increíble historia de supervivencia que se convertirá en película” en Alemania; hoy traducida al castellano. Juliane Koepcke nació en Lima, Perú, el 10 de octubre de 1954. Actualmente, tiene 67 años y posee nacionalidad peruana-alemana.
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“Mientras el corazón lata, mientras la carne palpite, no me explico que un ser dotado de voluntad se deje dominar por la desesperación”, esta cita del escritor Julio Verne describe perfectamente la extraña aventura que le tocó vivir a la bióloga Juliane Koepcke, quien a la edad de 17 años fue protagonista de uno de los misteriosos casos que ocurrieron en nuestro país. Aferrándose a la poca fuerza que le quedaba, la peruana logró lo imposible: sobrevivir en la selva.
Juliane Koepcke
Desde su nacimiento, en el año 1954, se familiarizó con los seres vivos y el cuidado de los mismos. Mientras otras niñas tenían de mascota a un perro o un gato, ella ya cuidaba de un pequeño tucán. Al cumplir los catorce, acompañó a sus padres a la estación biológica de nombre Panguana, espacio natural en el que exploraron de cerca el bosque lluvioso tropical que hasta ese momento no había tenido intervención del hombre. Es en este lugar donde comenzó a tener una relación cercana con los animales que allí habitaban.
Rápidamente se adaptó al ritmo de vida de sus padres, quienes por su trabajo tenían que realizar viajes frecuentes. En uno de los vuelos programados, Juliana acompañó a su madre en la ruta de Lima a Pucallpa, abordando un avión de la compañía Líneas Aéreas Nacionales SA (LANSA). Más de 90 personas se encontraban ansiosas de pisar tierra, lo que parecía ser un desplazamiento ordinario, terminó en tragedia cuando se adentraron a una nube oscura en la víspera de Navidad de 1971.
El inicio de la tragedia
“Hubo una fuerte turbulencia y el avión se movía arriba y abajo. Maletas y paquetes caían de los compartimentos. Salieron volando regalos, flores y pasteles”, detalló a la BBC.
Esta escena la impactó. Desde su asiento pudo ver rayos alrededor del avión. El temor se apoderó y solo atinó a tomar de la mano a su madre, los nervios terminaron silenciándolas y no podían emitir palabra alguna. El entorno era caótico, gritos y diálogos que nadie entendía mientras los absorbía la incertidumbre. Una falla en el motor exterior fue la causante de la desgracia. La peruana no imaginó que las últimas palabras de su madre serían: “Esto es el fin, se acabó”.
Según contó Juliane en su libro “Cuando caí del cielo”, ella y su mamá se dirigían a Panagua, un centro de investigación ubicado en Pucallpa que presidía su padre, el biólogo Hans-Wilhelm Koepcke. Era un recorrido de solo una hora, pero, después de 30 minutos, las condiciones climáticas convirtieron el viaje en una inmensa tragedia.
“El piloto no se desvió de la tormenta, sino que voló de frente y se internó en aquella caldera infernal. En pleno día, se hizo de noche a nuestro alrededor. Procedentes de todas direcciones, los rayos cruzaron el espacio sin cesar”, escribió la única sobreviviente.
Dentro del avión reinaba el caos y solo se escuchaban gritos. La turbulencia se imponía y todo se movía. Las valijas se desprendían de los compartimientos y los pasajeros seguían gritando.
Cuando Juliane despertó, estaba sentada en su silla con el cinturón de seguridad abrochado en medio de la vegetación. No había nadie a su alrededor.
Increíblemente, tenía solo heridas mínimas: un corte en el brazo, en su hombro y una clavícula rota. Gracias a ello, pudo armarse de valor y caminar con la esperanza de encontrar personas.
Se hizo el milagro
Tras casi dos semanas de encontrarse sola en el Amazonas, Juliane Koepcke no tenía la fuerza para continuar, por lo que se recostó en la orilla de un río. Cansada de arrancar los gusanos que querían penetrar su piel, se quedó profundamente dormida.
Una silueta le pareció familiar, se trataba de un barco. Se aproximó a la brevedad y reconoció un camino que se dirigía a una cabaña. Lo primero que hizo fue curar la herida de gravedad que tenía en el brazo, el cual roció con gasolina para cicatrizarlo.
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Al día siguiente, escuchó unas voces al exterior de la construcción. Unos hombres se acercaron a ella y no podían creer lo que estaban viendo: habló en castellano y contó a detalle lo que había sucedido.
Sus salvadores le revisaron las heridas, la curaron y le proporcionaron alimentos. Pasaron 24 horas para que se reincorpore a la civilización. El primer contacto cercano fue con su padre, a quien le dio un eterno abrazo. Pese a los intentos de encontrar a su madre con vida, la mala noticia fue notificada el 12 de enero cuando ubicaron su cadáver.
Sobre su muerte se sabe que también salió con vida del accidente, pero los daños en su cuerpo la llevaron a una agonía que le arrebataron sus ganas de luchar.
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