Dignidad para nuestra economía

Dignidad para nuestra economía

Por Sergio Bolívar

El domingo, Julio Velarde, presidente del BCR, dijo que “Estamos en un problema serio de crecimiento. Para que un país crezca se necesita de un director de orquesta experto, intérpretes que sean los adecuados, una partitura compartida entre todos. Algunos elementos no están presentes”. Velarde, famoso por el impacto de sus declaraciones en las inversiones, nos trasmite que el daño económico ocasionado por la falta de liderazgo del Gobierno está aún lejos de una recesión.

Estas advertencias parecen sin importancia para el Presidente y mucho menos le interesan a los nocivos intérpretes que continúan protagonizando escándalos políticos.

Presenciamos un chirrido proveniente del Ejecutivo cuando observó la ley razonable que lo obligaba a informar de los antecedentes de las personas que pretendiera nombrar como ministros y viceministros. Un ruido más contaminante provino de la cartera de Trabajo cuando solicitó al Congreso que priorice el retiro del 100% de los fondos de las AFP. Nuevamente se distingue por contrariar la opinión del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), quien había rechazado la norma porque pone en riesgo la protección necesaria para una vejez digna.

La dignidad humana ha tomado un lugar gravitante en el mundo. Desde el siglo XV, Pico De la Mirandola en el Discurso de la Dignidad del Hombre, la fundamenta como su capacidad de actuar de manera autónoma, de guiar su propio futuro y tomar sus propias decisiones. En el presente, las naciones piden tratar con dignidad a los afectados por la guerra en Ucrania. En el futuro, Velarde menciona una posible presión internacional por el aumento del precio la energía y de los granos, lo que generaría mayor pobreza y, por ello, menos dignidad humana.

La economía debe velar por el futuro, atender el presente y aprender del pasado. Las proyecciones de IPSOS indican un aumento acelerado de la población adulto-mayor para América Latina (AL), cuya esperanza de vida actual es hasta los 77 años y en el 2050 será hasta los 82 años. CEPAL proyecta para el 2045 algo similar, dado que cerca del 18% de la población de AL será mayor a 65 años y considera que “lo más probable es que la protección social (…) que presenten los sistemas de pensiones no sea equivalente, lo que podría provocar importantes efectos económicos y sociales”. Una vejez sin pensión hará que las personas trabajen por más años o se conformen con un nivel de vida más pobre.

Perú ocupa el puesto 24 del Índice Global Melbourne Mercer que compara los sistemas de pensiones del mundo. Con base en la información del INEI, los retiros anticipados en Perú durante la pandemia sirvieron al 69% de hogares de clase media-alta. Entre abril y julio de 2020, según el Fondo Monetario Internacional dicha clase retiró más de S/ 24 mil millones para gastos poco urgentes, perdiendo la oportunidad de mejorar su fondo para una vejez digna.

Una economía prudente buscará la reforma de las AFP con un fino cuidado presupuestal. Sólo con la aprobación del MEF será posible un acuerdo de las autoridades. El Ministerio de Trabajo debería leer el Informe Mundial sobre Protección Social 2017-19 de la OIT, que indica “es fundamental que las personas de edad tengan acceso a pensiones de vejez adecuadas para que puedan gozar de derechos de seguridad básica del ingreso y de vejez digna, como mínimo”.

Efectivamente, se necesita un director de orquesta para que el país crezca. Con opiniones técnicas, el ministro Graham deberá promover las inversiones públicas y privadas de forma protagónica. Siguiendo la metáfora del presidente del BCR, deberá orquestar a pocos intérpretes, muy de cerca, tomando la batuta del presupuesto y, con un gesto firme, terminar con los ruidos fastidiosos del populismo. La mesura dejará que la economía corra al compás de la partitura compartida de promoción de las inversiones.

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