Nano y los partidos

Nano y los partidos

Siendo 5 años menor que yo, lo consideraba un emblema político contemporáneo. Supe de su existencia cuando el siempre entusiasta y vehemente Pedro Planas me buscó un día de 1988 para comunicarme que por fin, luego de 18 años de imperio, la izquierda había perdido la mesa directiva de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica (FEPUC) en unas elecciones donde su patrocinado, Luciano Revoredo (social cristiano de centro), había vencido al candidato zurdo. Éste era Hernando “Nano” Guerra-García Campos.

Como exalumno de esa casa de estudios, la noticia me produjo sentimientos encontrados. Primero, porque yo mismo había experimentado la frustración de no lograr la derrota de la llamada Izquierda Unida (membrete de la alianza entre marxistas y socialistas) y ciertamente celebraba el éxito compartido por Planas y Revoredo (Pedro falleció de un infarto en octubre de 2001, a los 39 años). Pero al mismo tiempo, me despertaba curiosidad el personaje derrotado cuyo apellido materno era igual al mío y cuya prosapia política venía de su padre Roger (una eminencia científica, viceministro de Educación del segundo gobierno de Fernando Belaunde) y su tío carnal Francisco, entonces senador pero quien se hiciera célebre como cercano al gobierno militar de Juan Velasco.

Nos conocimos por esas épocas y sin ser amigos permanentes, me prodigó siempre cordialidad y respeto, lo cual correspondí al comprobar su inteligencia y ánimo sincero de combatir las injusticias.

Como se ha recordado, Nano abandonó las tesis colectivistas luego de un viaje a la Unión Soviética. Al iniciarse el gobierno de Alberto Fujimori en 1990, aceptó la invitación del exaprista Horacio Gago Prialé para laborar en el remozado diario oficial El Peruano. Se apartó luego del fujimorismo y oteó diferentes horizontes políticos a la par que se convertía en una poderosa figura mediática a través de programas de TV en defensa de las mypes.

Precisamente, la búsqueda de distintas tiendas partidarias a fin de encarnar la plataforma de los emprendedores (su base social) y plasmarla en políticas públicas concretas, le costó no pocas críticas y acusaciones subidas de tono. Ambición desmedida y transfuguismo fueron las más amables referencias a su persona.

Sin embargo, como lo ha señalado ayer Jaime de Althaus en su columna de opinión, Nano mantuvo una invariable línea concertadora y dialogante al arribar al Congreso en 2021, enrolado en Fuerza Popular, a la vez que impulsó iniciativas de ley de protección a los emergentes nacionales contra los abusos discrecionales de los municipios. Digan lo que digan sus detractores, fue de los escasos cuadros destacables del Parlamento actual.

Día llegará que el sistema de partidos se corrija, mejore y perdure, con identidades sólidas. Nada de eso quita valor al aporte personal de compatriotas como Nano Guerra-García cuyo fallecimiento muchos lamentamos y al mismo tiempo nos alienta a defender su legado en pro de las micro y pequeñas empresas, cumbres de resistencia a la maldita informalidad y a los excesos de las autoridades.

Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.